lunes, 31 de octubre de 2005

Dos años intensos

 
 
Otra vez otoñó. Don Felipe era un niño que aún no había cumplido diez años cuando recibió los atributos de Príncipe de Asturias en una solemne ceremonia celebrada en el Cabildo de Covadonga, el día de Todos los Santos de 1977. Una festividad llamada a trenzar caminos de retorno en su biografía cuando, en esa misma jornada de 2003, una tarde de sábado, España conoció con sorpresa el nombre de la que iba a convertirse en su esposa, a través de un escueto comunicado de la Casa Real. No se trataba de una Princesa de sangre real, sino de la joven periodista asturiana Letizia Ortiz. Dos años después, la pareja ha escrito su propio guión sin altibajos, pausada y tenazmente, sin defraudar las expectativas. El nacimiento de la Infanta y primogénita ha vuelto a cerrar el círculo. Por supuesto, en otoño.
La petición de mano celebrada en el Palacio del Pardo cinco días después del anuncio del compromiso se convirtió en un acontecimiento social y mediático de primer orden (alcanzó un «share» televisivo del 46 por ciento), con una pregunta en el aire: ¿Cómo es realmente ella, cómo se desenvolverá en un ámbito tan diferente del de los telediarios de la 1? La respuesta del «déjame terminar» cuando el Príncipe interrumpió a su prometida situó a Doña Letizia entre la vehemencia, la complicidad y la espontaneidad. Ahora, con la perspectiva del tiempo transcurrido, esa baza de la cercanía ha pesado más en el haber que en el debe.
Dolor del 11-M
La boda quedó fijada para el 22 de mayo, y el que se dibujaba como relativamente tranquilo lapso de espera hasta la celebración del acontecimiento se quebró con la brutal sacudida del 11-M. Los salvajes atentados de los trenes en Madrid pusieron a prueba, una vez más, la capacidad de la Familia Real para sintonizar con el dolor de los ciudadanos. El 24 de marzo de 2004, en el solemne funeral que tuvo lugar en la Catedral de La Almudena de Madrid, Don Felipe y Doña Letizia compartieron con los Reyes y con los Duques de Lugo y de Palma los esfuerzos por acompañar y confortar a los familiares de las víctimas.
Una semana antes de su boda la pareja se enfrentó a la presentación «oficiosa» de la prometida del Príncipe ante las Monarquías europeas, con motivo de la celebración en Copenhague del enlace del Príncipe Federico de Dinamarca con la australiana Mary Donaldson. Prueba ampliamente superada. Doña Letizia brilló a la altura de las circunstancias y del protocolo. Fue un óptimo preludio de su propia boda «pasada por agua», celebrada el 22 de mayo de 2004 a las once de la mañana, también en la Catedral de Madrid. La lluvia torrencial deslució el ambiente callejero, pero no aplacó la expectación junto a los televisores para ver a Don Felipe y, sobre todo, a la novia, realzada en el legendario modelo de Pertegaz.
La luna de miel llevó a los recién casados por diversos destinos y variados baños de multitudes dentro de España (Cuenca, Albarracín, Zaragoza, San Sebastián), y después a Jordania, donde asistieron a la boda del Príncipe Hamzeh, hijo del fallecido Rey Hussein y de la Reina Noor. De aquel viaje se recuerda la distendida imagen de los esposos en su visita privada a las ruinas de Petra. Después, los Príncipes de Asturias disfrutaron de otro destino no revelado oficialmente, en Asia. A finales de junio, fueron recibidos en audiencia por Su Santidad el Papa Juan Pablo II, que bendijo al nuevo matrimonio.
Al cabo de sólo dos meses, el «pressing» del embarazo ya estaba en el ambiente, a pesar de que Don Felipe y Doña Letizia preferían, según comentaron a sus allegados, concederse un plazo para afianzar su nueva situación antes de dar ese paso. Su primer viaje oficial de casados tuvo como destino México, entre el 17 y el 20 de julio.
Con la llegada de agosto de 2004, la fiscalización en busca de cualquier indicio de descendencia se difuminó. En Mallorca ya quedó claro que por el momento la primogénita del Heredero no estaba en camino. Los Príncipes de Asturias repartieron su descanso estival entre Palma y Ribadesella, en Asturias, donde compartieron unos días con los abuelos paternos de Doña Letizia. Además, realizaron un viaje oficial a la República Dominicana, porque Don Felipe tiene asignado desde hace unos años el cometido de representar a España en las tomas de posesión de los presidentes iberoamericanos. Ese mismo motivo les ha llevado también a Panamá (septiembre de 2004) y Uruguay (en febrero de este año). En septiembre de 2004 viajaron a Hungría y se desplazaron a Santiago de Compostela, ciudad donde los Príncipes desacreditaron una renacida «rumorología del embarazo». En octubre de 2004 se desplazaron a Estados Unidos, donde visitaron la sede del Fondo Monetario Internacional en Washington, la Hispanic Society y la sede del Instituto Cervantes en Nueva York. Fue poco antes de que en la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, el 21 de octubre, Doña Letizia protagonizara uno de los momentos más emotivos de su matrimonio, cuando apenas logró contener las lágrimas tras las palabras de afecto que le dedicó su esposo ante el auditorio. El viaje oficial a Brasil de febrero de este año ha sido hasta hoy el más colorista que han realizado, con momentos cálidos y mágicos como la visita a la barriada de Candeal, rescatada de la miseria por el músico Carlinhos Brown.
En marzo, los Príncipes de Asturias, después de asistir a las Fallas, sufrieron el doloroso trance familiar del fallecimiento de José Luis Ortiz Velasco, el abuelo paterno de Doña Letizia. Pero sólo dos meses más tarde llegaría la noticia, esta vez real, tan ansiosamente esperada: la del embarazo. Ya en un desplazamiento a Cataluña, en el Salón Internacional del Automóvil de Barcelona y en la localidad de Rubí, muchos adivinaron incipientes cambios en la figura de la Princesa, pero lo que ya se intuía no era aún oficial. El comunicado llegó el pasado 8 de mayo, algo «precipitado» porque los Príncipes se disponían a emprender viaje a las Islas Baleares y las muchas náuseas que sufría Doña Letizia hubieran dado lugar a comentarios en cuanto tuviera que desistir de estar presente en algunos de los actos programados, como de hecho sucedió. A partir de entonces, y a pesar de las frecuentes indisposiciones que ha ocasionado este embarazo a la Princesa, el ritmo de trabajo de la esposa del Heredero apenas ha decrecido, y se ha mantenido prácticamente hasta el final de la gestación: visita oficial a Japón y Feria del Libro de Madrid en junio, desplazamiento a Ciudad Real en julio, viaje a Praga para inaugurar una sede del Instituto Cervantes, apertura del Foro Iberoamericano en Bilbao en septiembre y asistencia al desfile de la Fiesta Nacional.
El verano tuvo momentos amargos: los Príncipes asistieron al funeral por las once víctimas del incendio de Guadalajara y al de los 17 militares fallecidos en el helicóptero siniestrado en Afganistán. Don Felipe y Doña Letizia descansaron en Palma de Mallorca, en el recinto de Marivent, con el contrapunto, otra vez, de unos días en Asturias. En julio, asistieron a un acontecimiento familiar, el bautizo de la hija de los Duques de Palma, Irene Urdangarín, en el Palacio de la Zarzuela. Muchos actos y muchas ocasiones para subrayar las pautas a las que se atiene la Princesa: atenta a sus interlocutores, cariñosa con quienes se acercan a saludarla y sin estridencias en la elección de vestuario. Su primer dircurso lo pronunció en junio en Logroño, con motivo del XXV aniversario de la Unidad de Acción Rural de la Guardia Civil, acto en el que ejerció de madrina. Hasta hoy el trayecto de Doña Letizia ha secundado eficazmente el trabajo del Príncipe de Asturias. Y evoca esa frase que un día interrumpió Don Felipe, la que desencadenó el famoso «déjame terminar»: «...con el cariño de los Reyes y el ejemplo de la Reina».

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