martes, 4 de octubre de 2005

Anécdotas de la visita de los Príncipes a Vascongadas

El Real Club Marítimo del Abra bautiza a doña Letizia como 'Princesa del Pueblo' en presencia de Alechu Echevarría e Iñigo Oriol

El viernes fue día de gala en el Real Club Marítimo del Abra. Era la primera vez que los Príncipes acudían a almorzar a tan celebérrimo club. Gustó mucho Letizia, con su porte maternal y una simpatía asturiana bien entendida a orillas del Nervión. La 'Princesa del Pueblo', como se la conoce en la margen izquierda, puso la nota colorista de la velada, a la que algunos 'condes siderúrgicos', como diría Unamuno, se presentaron en Lacoste, sin la etiqueta con la que se hubieran ataviado de haber sido Letizia una princesa europea, o una chica de Neguri.

Los más viejos del lugar, los miembros del Club a quienes se les conoce como 'el senado', no quisieron acudir al encuentro de los Príncipes porque ya no saben si son monárquicos como lo fueron sus padres, abuelos y bisabuelos, o republicanos, como lo fueron sus antepasados antes de la anexión de Vizcaya al reino de Castilla. El senado del Club Marítimo se encerró tras una cristalera y se dedicaron a lo suyo, a jugar al mus entre pinchos de tomate con atún y tragos de vino, puestas sus miradas entre la carta y el horizonte en medio de los recuerdos imborrables de aquellos otros tiempos, cuando aparecía la silueta del saltillo por Punta Lucero patroneado por don Juan de Borbón.

Pero el Príncipe demostró que, entre sus cualidades están las virtudes de su padre, de su abuelo y de don Alfonso XIII. Viendo a los más ancianos del Club encerrados en su pecera, encaminó sus pasos hacia ellos, abrió la puerta con la elegancia propia de los de su casa y se puso a saludar a todos. Al final, hubo un par de ancianos que lloraron de emoción, y los otros, los más circunspectos y reacios a una boda entre desiguales, decidieron regresar al monarquismo.

Merluza frita con chipirones y un espantoso vino Finca Valpiedra fueron los protagonistas del almuerzo. El vino no había quien se lo bebiera. A Alechu Echevarría, el presidente del Círculo, se le atragantó en el gaznate el zumo de uva ácida y tuvo que enjuagarse la boca con agua de Bilbao, o sea con champagne. Iñigo Oriol, allí presente, como barón consorte de Güell y como veraneante de San Joseren, la casa familiar de Las Arenas, aguantó mejor el tipo y puso cara de estar disfrutando del caldo cuando quienes lo tratan desde que conociera a Viky Ybarra, su etxekoandre, saben que fingía no entender de vinos, como fingió la noche en que Gas Letal quiso adormecer a Endesa antes de asaltarla por sorpresa. Los Príncipes disimularon con una educación digna de dos futuros reyes, hacían como si el vinillo fuera de fundamento y Javi Chávarri, el presidente, dijo en voz baja que el introductor de estos caldos desconocidos y ásperos debería ser fusilado frente al embarcadero.

Enrique Portocarrero, el hombre que se educó en los pechos de Daniel de Busturia, y entró en el Círculo gracias a la influencia del marqués de Arriluce, opinaba lo contrario. No paraba de hacer elogios del vinito. Le recordaba al que se bebía en casa de su tía Pilar Careaga, la alcaldesa de Bilbao.

Letizia, invitada de honor al campeonato de paddle de Jolaseta

Y mientras los Príncipes se hacían fotos con todos los camareros y con el personal del Club, Julito Alegría, el de Smith&Smith, regaló al Príncipe una sudadera y le invitó al campeonato de paddle de Jolaseta. Pero la Princesa estaba cansada y tuvo que retirarse a la habitación del Real Club en dos ocasiones y junto a ella, sin separarse un instante, don Felipe. Un país como el vasco, donde se rinde culto a la mujer, y donde el matriarcado fue, junto al caserío y los Ejercicios de San Ignacio, el eje de la vida familiar, admira a dos Príncipes como los nuestros que se muestran tan enamorados.

Poco antes de partir hacia Madrid, firmaron en el libro de honor bajo una extensa y cariñosa parrafada y el Club les entregó como regalo una metopa, una corbata, dos libros -el del Sporting escrito por el conde de Zubiría y el del centenario del Marítimo-, y un precioso pañuelo del Club que, casi con seguridad, lo veremos luciendo cualquier día de estos en el esbelto cuello de la Princesa.

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